lunes, 2 de enero de 2012

El Extraño Viaje (desenlace)

Había silencio en el local tan solo se oía el golpeteo de los cubiertos, o el vapor de la cafetera calentando leche. La gente estaba muy diseminada por el amplio comedor y casi todos solos, casi nadie iba acompañado, clara muestra que estaban allí por obligación, o por trabajo. Quizá hubiera un loco como yo, que empleara esa noche para correr una aventura. Eso jamás lo sabré.

Me Salí un poco del guión, y me estaba tomando un vasito de tinto. Pensaba que me reconfortaría, además que con la carne va bien, y no había visto ni un control. Ni siquiera un Guardia Civil desde que había salido de casa. No quise comer aprisa., ya me era igual. Posiblemente llegaría a Soria el año que viene,
Nunca había parado tanto en un viaje a Soria. Cuando iba con el coche solía hacerlo una vez para estirar las piernas, claro que esta vez las circunstancias eran distintas.
Me tome el postre del menú nocturno. Un flan de huevo. Al café casi mecánicamente sacaron un platito con unos polvorones, la poca luz del local y los adornos navideños dejaban aquel restaurante de carretera anclado en el pasado, finales de los 70 quizás. Parecía que estaba viviendo en otro tiempo. Una realidad paralela
Después de relajarme un rato pedí la cuenta. Todo un lujo, pagué con dinero, y aun me sobro de lo que llevaba en metálico. Un segundo café en la barra me ayudaba a mentalizarme para salir de nuevo al frió de la noche con la moto.


En la calle volví a mirar al firmamento para actualizar la imagen que tenia retenida. Los astros habían cambiado de posición, pero seguían brillando más si cabe. Los “luceros” estaban ahí ayer, y el año pasado. Y seguirían estando mañana, y el año que viene. Que más da si el tiempo es un invento del hombre.

Recién cenado, parecía sentir menos el frió, así pues momentáneamente reconfortado y antes de empezar mi marcha di un vistazo al depósito de gasolina, mi moto no lleva “chivato” y no quisiera quedarme tirado en mitad de la noche.
Arranque de nuevo y estaba tan cerca del desvió que enseguida me vi rumbo a Calatayud. Es una carretera con buen firme y ancha, pero solo con un carril para cada dirección. En esta carretera es difícil encontrar algún vehiculo, por lo que tratándose de la hora, y la fecha que era, esta vez mas que difícil seria imposible.
La oscuridad de la noche se podía cortar con un cuchillo y aunque las rayas de la carretera respondían muy bien a la luz, que diferente es viajar en moto.
Mi cabeza no para de pensar, de imaginar, mientras el sórdido ruido de la moto llega amortiguado hasta mis oídos a través del casco, sonando como un zumbido monótono.
Todo esto no ocurre con el coche, te pones la radio y la calefacción y es otra cosa, pero claro la moto es la moto y los que la amamos sabemos lo que se siente, por otra parte la ventaja es que es mucho mas difícil quedarse dormido conduciendo.
El velocímetro pasa un poco de 100 kmh, se que estoy infringiendo la ley pero creo que quizá no sea cierto ya que los velocímetros siempre van un poco adelantados, además no es excesivo para la hora ni el lugar. Por esta carretera atravieso algún pueblo, alguno muy pequeño. Pueblos que parecen fantasmas, ni una luz en las ventanas ni nadie en sus calles.

A partir de Vilafeliche y Montón. Todos los pueblos llevan el Apellido “Jiloca” excepto Maluenda. Fuentes de Jiloca, Velilla de Jiloca, y así, hasta Paracuellos de Jiloca, donde me desvió ligeramente hacia Calatayud. La verdad es que este tramo me ha parecido muy corto y rápido, quizás se deba a la energía que me dio la cena. Pronto tengo delante mió las luces de Calatayud una ciudad grande. Al cruzarla veo poca gente, aun que alguien si que parece que va hacia casa con la familia, casi todo lo que veo lo identifico como familias. También algún coche se cruza en mi camino, y todos se quedan mirando atónitos. No es muy normal una moto a estas horas de la noche, el mes de diciembre, y menos el 31.


Estoy a punto de salir de Calatayud, y me paro en una gasolinera a llenar el depósito de nuevo por si acaso. Me meto en la tienda a coger un botellín de agua, me lo pide la cena. Junto al dependiente un guardia de seguridad que me mira perplejo, es la última etapa de viaje, un tramo muy parecido al último que he recorrido, pero ya entre llanuras, y con una vía de ferrocarril estrecha, ya en desuso, que discurre paralela, y que me acompañara hasta el final de mi recorrido.

Llego a mi destino rozando las 00 horas del día 1 de enero. Cojo la carretera de Zaragoza donde a unos 3 kilometra antes de llegar a Soria, se encuentra un hotel conocido para mí. En este hotel ya he estado varias veces con la familia, y ahí voy. Delante: Al otro ladode la carretera de Zaragoza un complejo con restaurante y discoteca. Hasta las puertas de hotel llegan los gritos, la música, y la algarabía propias de un fin de año. En recepción dos personas de cara al televisor, se comen las dos últimas uvas. Al volverse me ven con el casco en la mano y su caras parecen haber visto un fantasma. Les pido si por favor es posible pasar la noche. O lo que queda de ella. Al mirar en el ordenador me dicen que si. La sorpresa viene cuando me piden el DNI. Entonces todo cambia por fortuna para mí, y dirigiéndose por mi nombre me dicen: Viene Ud solo Don…. A lo que añade: Veo que es Ud cliente.
Le explico que estoy de paso, mientras el chaval de recepción se deshace en atenciones mientras me felicita el año nuevo. La moto se queda en la calle aun que en un recinto cerrado que puedo ver desde mi habitación, cuando me dirigía a ella con ganas de tumbarme, de nuevo oigo al recepcionista, esta vez llamarme por mi apellido Sr…. Un momento. Tenía una funda de moto en la mano y me decía. La noche aquí es muy dura. Seria conveniente que echara esto por encima de su moto. Y así lo hice.

Después de ver un poco la tele me dormí. A la mañana siguiente, alrededor de las 10 desayune, y me volví a subir a la habitación para darme una ducha caliente antes de partir, Hacia las 12 de mediodía partía hacia Soria. Aparque en el centro. A pesar de ser 1 de enero la gente andaba de tapeo, es una costumbre muy Soriana. Hacia un día limpio y radiante, y el sol calentaba mucho la espalda en mi cazadora de cuero negra.


Tras dar una vuelta por el centro de Soria, verifique que todo estaba en su lugar. La ciudad seguía tan hermosa como siempre y entendí así, como se habían enamorado Bécquer y Machado de esta maravillosa ciudad.

Cogí de nuevo la moto, y mi última visita, al Duero y la Ermita de San Saturio,
De camino a casa comí, y apenas 6 horas después estaba de nuevo en mi sofá, con mi familia.


Esta es pues la crónica de un extraño viaje, que tal vez solo existió en mi imaginación

domingo, 1 de enero de 2012

El Extraño Viaje I

La moto ronroneaba como incitándome a arrancar. No obstante antes me ajuste el casco y los guantes, y decidí ponerme los pantalones dentro de la botas, cualquier rendija por donde se metiera el viento y alcanzara mi carne desnuda, me podía causar una sensación térmica poco deseada. Me puse una “braga” alrededor del cuello para que me diera calor, y abrí los pasos de aire del casco. Quizá mas adelante los tuviera que cerrar, pero con el frió del ambiente y mi respiración corría el riesgo que se empañara la visera.
Me acomode y di dos golpes de “gas” a los que la moto respondió sin titubear. Salí de la gasolinera y cogí de nuevo la autovia rumbo al “Ragudo”. El que fuera un puerto de los mas temidos de por aquí, se había quedado en nada con esta espectacular autovia mudéjar. Me preguntaba donde habría ido a parar la “chica de la curva” que tanto habían situado en este puerto.
El entorno había cambiado, ahora era una impresionante recta con muchos carriles por los cuales ya circulaba algún coche. Supongo que irían a cenar al restaurante que habían reservado. O quizás a casa de unos amigos, o familiares. No se: Seguramente cada persona que viaja dentro de esos coches, tenga también su historia que contar


Seguía con buena media, la oscuridad me dejaba ver a la perfección el velocímetro bien iluminado, que nunca subía de 120 kmh,. Pero no bajaba de 100. La temperatura perfecta, el aceite, las revoluciones, lo único molesto el frió que cerca del limite de la provincia de Teruel, insistía en bajar la sensación térmica de mi cuerpo. El viejo truco del periódico estaba funcionado, los únicos perjudicados eran mis muslos, que se estaban acartonando por el choque directo con el aire frió..

En estas circunstancias no me quise acobardar, pensaba que cuando mas se metiera la noche mas frió haría, no iba a desistir ahora de mi aventura. Si volvía para atrás, perdería un tiempo, que yendo hacia delante me dejaría casi en Soria. Eso si: No seria el camino tan frió.

No podía ver la hora. El reloj estaba sepultado debajo de las mangas de la cazadora y el jersey, y sellado por los guantes así que desistí de mirarlo.
Tenia que parar, cierta necesidad fisiológica me decía que tenía que hacerlo. Encima el frió de la noche parecía como si la acentuase todavía mas. Pero no es fácil parar en una autovia, tenia que buscar una área de servicio y la encontré después de pasar Teruel, en le cruce de Albarracin. Me metí en el Polígono industrial la paz, y fui a parar a un lugar llamado las Ventas, donde vi un edificio que tenia un rotulo de cerveza “Skol” iluminado y parecía abierto. En la puerta, un coche de una empresa de seguridad y un par de camiones uno de gran tonelaje creo que Polaco, y uno pequeño con un rotulo que rezaba “Animales Vivos”. Allí deje la moto. Un poco separada para que fuera visible debajo de una farola. En el interior del pequeño restaurante, siete personas entre ellas dos guardias de seguridad, supongo que de servicio en alguna empresa del polígono cercano. Era evidente que allí no había cena de fin de año.
La gente se acumulaba en la barra y charlaban animadamente como esperando la hora de ir a cenar. O en su caso de terminar el servicio, como los de seguridad. Aun que el del pequeño camión, se iba a trabajar puesto que en un pueblo cercano, hacían vaquillas. Vaquillas que llevaba el en el camión. Me parecía pronto para cenar así es que después de visitar el lavabo. Me fui quitando capas, en el interior del local hacia calor, y mi cuerpo que venia del frió de la carretera, respondió inmediatamente al estimulo, de la vieja estufa de leña del local.


La gente me miraba extrañada. Sobre todo cuando me vieron sacar el periódico, que al mismo tiempo fue la causa de entablar conversación, ya que el dueño del bar que aproximadamente era de mi edad me dijo: Buen sistema. El de toda la vida, y siguió diciendo. Cuando era joven yo lo usaba mucho por aquí, tenia una derbi y nos rodábamos todos los pueblos, con una cazadora de pana y el periódico. Después al ver el escudo de mi club en la cazadora, dijo: Castellón. ¿Vas o vienes?. A lo que le conteste: Digamos que estoy a mitad de camino.

Seguimos una pequeña charla donde el de las vaquillas nos contó que trabajaba esa noche, yo pedí un pincho de tortilla de patata y un refresco de cola, quien sabe se podría parar a cenar esa noche, pero ahora me parecía pronto.
Me despedí, me abrigué, y salí del local. Antes de ponerme los guantes mire el teléfono y tenia una perdida. Era mi mujer, le llame, pregunte como iba todo y le dije que no se preocupara, que era una aventura que me hacia mucha ilusión.

El cielo estaba estrellado, la noche limpia dejaba ver a pesar de la luna, millones de estrellas, Entre ellas había algunas que destacaban por su brillo, debían ser planetas, que rebotaban la luz del sol. Lo que antiguamente llamaban luceros. Me impregne de aquella imagen, y la grabe en mi subconsciente. Imposible de ver por estas tierras, me volví a equipar y con un golpe de mi pulgar se puso la moto en marcha, y en busca de nuevo de la autovia.

Era cerca de las nueve de la noche, ahora si que era el único vehiculo que circulaba por aquella ruta. Se ve que los que tenían que salir ya lo habían hecho, la autovia discurre lejos de las poblaciones, pero en el inmenso llano se dejaban ver las luces de pequeños pueblos parpadeando. El velocímetro de mi vieja Honda parecia que se había atrancado en 120 kmh. Era necesario dar un poco de aire. Una vez llegados a Calamocha debía desviarme hacia Calatayud y aun que la carretera es buena, no es autovia. Al dejar la autovia me veía obligado a atravesar toda calamocha con lo cual pararla a cenar si es que encontraba algo abierto. Mi cabeza no paraba de pensar, eso hacia que sintiera menos el frio, era una locura. Una locura que me estaba gustando.

Casi sin darme cuenta llegue a Calamocha, deje la autovia y empecé a cruzarla poco, a poco por la antigua carretera. Era yo el único vehiculo que circulaba.

La gente: Ya en los restaurantes se quedaban mirando como pasaba desde las puertas de los restaurantes, donde salían para poder fumar. Un olor a leña. A carne asada, se colaban por los pasos de aire de mi casco abiertos. En definitiva olor a pueblo.

Había perdido ya la esperanza de cenar.. El pueblo acabo y fue cerca del cruce de Calatayud que veo un bar a la derecha. Tiene un gran parking pero apenas unos pocos vehículos. Entro decidido y aparco la moto delante de la puerta. El local no es muy grande pero son muy pocos los que allí están sentados cenando en silencio. En la barra dos camareros parece que están haciendo el relevo. Uno se va y el otro se queda. Parece que solo se quedan los servicios mínimos. Me siento y casi inmediatamente una chica joven, de apenas 20 años me canta el menú. Me ira bien Sopa de menudillos y codillo. Que mejor cena para una nochevieja…

Continuara