viernes, 27 de abril de 2012

El Abuelo Vicent III

No se si contarte mas. Decía el abuelo Vicent. Supongo que ahora ya te debo aburrir por que todo lo que te pueda contar, tu ya lo sabrás, que los jóvenes sois muy listos.
Yo insistí que además de no ser tan joven, me interesaba especialmente su visión de la vida. Claro: entendí lo de joven puesto que el, es mas de 30 años mayor que yo, que se dice pronto.

Me decía que poco a poco fuimos progresando. Eso si a puro de trabajar. Tanto, que no se tenían horas. Bueno si. Apuntaba. Creo que en las fábricas la jornada era de 48 horas a la semana. Si querían hacer lo que decíamos “semana inglesa” era normal hacer 10 horas diarias, y además trabajar sábados por la mañana. Los sueldos no estaban ni de lejos como en los últimos años, comparativamente claro, además existía la posibilidad de trabajar en la modalidad de “destajo” que luego se perdió por completo. Ahora parece ser que la cosa ha vuelto a cambiar. Unos años atrás el que ganaba 1000 euros al mes le llamaban mileurista de manera despectiva. Hoy, por lo que se, ganar 1000 euros es todo un privilegio. Una prueba más que nosotros con nuestras leyes, y nuestros vicios, somos capaces de cambiar las cosas, que no quieren decir, ni valen lo mismo, según los tiempos que corren, o quien nos gobierna. Tampoco es nuevo, siempre ha sido así.
 
A principios de los 60 tuvieron que levantar la mano y dejaron pasar por alto cosas como utilizar el bikini en la playa. Los extranjeros venias y se dejaban buenos cuartos y empezaron a permitirles a ellos lo que jamás nos habían permitido a los “nativos”. Así pues entonces fue cuando se creo el mito, que África empezaba en los pirineos. Los extranjeros venían aquí a gastarse el dinero en vacaciones y a disfrutar del sol, de las tapas, y de trasnochar. Todo esto en su país no lo podían hacer. Aun hoy España sigue siendo el basurero de Europa, y algunas agencias de viajes, programan fines de semana es España donde el sexo, las drogas, y el alcohol, son su mayor atractivo. Harto estoy de verlo por la “tele” gente de despedida de soltero en Ibiza, borrachos o drogados. También en Benidorm, y últimamente Salou son objetivo de este tipo de turismo. Siempre qué las noticias sean verdaderas, si lo son, España sigue siendo el “corralito” de Europa, nos consideran como a un país tercermundista y así nos va. Toda esta gente que ves tan pasados en estas fiestas, en lunes vuelve a su país, se pone su traje y su corbata, y son honrados banqueros, funcionarios, o hasta políticos Para mi Gentuza, que vienen aquí a defecar y no tiran de la cadena. Pero bueno, supongo que también será culpa nuestra que siempre hemos vivido un poco de la caridad de Europa, y ahora mas que nunca. Después. Al revés, cuando los españoles salimos somos paletos…
Es la visión que tienen de nosotros en Europa.

Pero a lo que íbamos. Con todo aquello las fábricas empezaron a tirar, en esta zona fueron muchos los inmigrantes que vinieron de casi toda España, principalmente del sur. Todo iba bien los nubarrones de las “guerras” escampaban y el mercado desabastecido nos pedía incluso a nosotros, que por aquel entonces éramos la huerta de Europa con permiso de los Franceses. Yo seguía en lo mío, la agricultura, vinieron las nuevas tecnologías y me obligado a cambiar el caballo por el motocultor, que entonces con su remolque era el nuevo medio de transporte, Mas tarde y debido a que en las grandes capitales empezaban a funcionar los 600 ya en las capas medias del estatus social, me pude comprar un “Motocarro” que además de ser mas rápido ya iba equipado podía cargar el motocultor, y te podías guarecer en caso de una tormenta inesperada en medio del campo.
 
Empezó la maquinaria del consumo haciendo necesario todo aquello que salía al mercado, una de las primeras cosas en llegar a mi casa fue una lavadora BRU. Ya ves. Tenías que calentar el agua y frotar la ropa. Aquello lo único que hacia era dar vueltas. Después vino la televisión. Una televisión que casi era más cara, que cualquiera de las de ahora. En blanco y negro y solo con un canal. Cuando salio el UHF.  El técnico me tuvo que acoplar un aparato para poder verlo. Todo esto  era gracias a las letras. Letras de cambio una modalidad totalmente en desuso, que tampoco se muy bien como funcionaba  Yo me dedicaba a pactar una cantidad mensual con el vendedor y luego el me decía las mensualidades. Lo único que yo tenía en  cuenta era que el número de letras a la hora de firmarlas se acoplara a lo pactado, y no me colaran ninguna mas.

Con todo esto parece que tenías que vivir mejor. Pero no. Toda esta vorágine originaba que compraras más y por tanto tuvieras que trabajar más para poder pagarlo. Es decir primero por escasez, y después por abundancia me tocaba seguir trabajando de sol, a sol
 
Tenía al menos 40 años cuando me compre mi primer coche. Un Citroen AK furgoneta, pensando siempre en el trabajo. Con esto ya empezamos a salir y a veces con el coche lleno de tierra debido a mi trabajo, mi mujer, mi hijo pequeño, y yo, empezamos a descubrir la provincia. Tengo un especial recuerdo de un año que fuimos a un pueblo de Teruel invitados a las fiestas. De allí era un hombre que conocía. A mediados de agosto nos invito a las fiestas. Aquello estaba en el culo del mundo, y siempre recordare aquel mes de agosto por el frió que pase, Íbamos en manga corta y por la noche en el baile casi llegamos a 0º.
 
Me jubile con 65 años, pero hasta los 70 seguí yendo a cuidar la tierra de mi propiedad.
Luego una serie de circunstancias, y que mis hijos nadie quiso ser agricultor la fui vendiendo. Eran años de bonanza y en este país todos vivían como reyes. Se cambiaban el coche cada 5 años, y la vivienda muchos también la cambiaron completa, no hicieron ni mudanza. Es un ciclo más de la vida. Ahora estamos como estamos. Muchos se tienen que apretar el cinturón. Pero otros habrá que su primer recuerdo será la palabra crisis. Prima de riesgo, y cinco millones de parados, esto será su “pava” particular, la que cada día sobrevolara sus cabezas. Estos también como yo, y otros muchos más sobrevivirán a su guerra personal. Todo va cambiando y de esta vida te llevas bien poco solo los buenos recuerdos. Por que desaprovecharlos. Vivamos mientras podamos. Cuando nos tengamos que ir. Que sean solo los buenos recuerdos los que nos acompañen por el camino, y que los malos se queden aquí, en este mundo de locos.

A mis padres que coincidieron en mucho, con el mundo que le toco vivir al abuelo Vicent

domingo, 22 de abril de 2012

El Abuelo Vicent II

El tiempo pasa inexorable, y tal y como pasaban los años el Abuelo Vicent que nunca tuvo niñez empezó a tener otras aficiones además del trabajo. En domingo y con una bicicleta que compro de segunda mano a un estraperlista, iba allá donde se enteraba que había baile. La bicicleta era el vehiculo de lujo, puesto que para trabajar seguía con su caballo y su carro. Carro que también servia de transporte cuando el grupo de personas a desplazar era numeroso. Así es que con el carro, y la experiencia viajera del abuelo Vicent con el carro, era habitual irse a poblaciones cercanas en fiestas en busca de diversión, En el carro iban lo que todo hemos conocido como “La pandilla”.

Un grupo de amigas, y amigos que en aquella época y hartos de trabajar lo que mas les atraía era el baile con aquellas orquestas que tocaban canciones de Glenn Miller o Benny Goodman auténticos ídolos de los años cuarenta, y cuya música hacia bailar aquella juventud que como todos los jóvenes, se sentían inquietos y con ganas de vivir. Y de bailar, cosa que asegura el abuelo Vicent se le daba muy bien.

Pero como he dicho el tiempo no daba tregua y el abuelo Vicent se fue ha hacer el servicio militar. Me contaba que tuvo mala suerte le toco en Mahon y casi no vino en toda la mili. Tres años de mili al final de la 2ª guerra mundial que le hicieron recordar de nuevo cuando el era pequeño. Me contaba que recordaba unos barcos de nacionalidad Italiana que se refugiaron en el puerto huyendo de los aliados. Y que a los marineros mucho más jóvenes que ellos, casi niños, les dieron una seria de privilegios que ellos siendo soldados de España, no tenían. Ellos pasaban hambre mientras que los soldados Italianos, les sobraba la comida. Otra cosa que aun dice no entender después de tantos años. Un buen día y como por arte de magia, los soldados Italianos desaparecieron. Unos decían que los habían hecho presos. Otros que habían vuelto a Italia. El caso es que no estaban y aquellos Barcos quedaron allí en el puerto como un testigo mudo de otra “machada” de algún loco. De lo que había sucedido en Europa y que nosotros, la verdad casi ni nos enteramos. La única diferencia es que los barcos ahora estaban atados por gruesas cadenas con unos candados además de las “maromas”. Pasado un tiempo vinieron mas barcos, ahora Ingleses, y sin entrar a puerto fondeados a la entrada, unos soldados se desplazaban en barcazas, y se encargaban de desmontar todas las armas de los barcos Italianos. Allí no había horario, y muchas veces al pasar por delante, nosotros de paseo, los veíamos con potentes sopletes de corte. No tuvimos ningún trato con ellos, no cruzamos una palabra, solo alguna mirada. Una vez todo desmontado los vimos alejarse por el horizonte remolcados por los barcos Ingleses. Y ahí. Casi coincidiendo con ese hecho, acabo mi mili. Decía el abuelo Vicent.

Después de la mili España seguía avanzando a paso lento y cansino. Desde el resto del mundo no nos llegaba nada. No se si como boicot a nuestro régimen político. O que quizá el resto de Europa tampoco estaba para mandar nada, es algo que tampoco he tenido nunca claro. Afirmaba el abuelo Vicent

Se empezaba a ver alguna moto. Rodaban algunas BSA provenientes del ejercito Ingles, y alguna BMW del ejercito Alemán. También rodaban las Sanglas, y mas tarde las Villof y otras motocicletas fabricadas de manera artesanal en todas las regiones de este país. Los chasis eran verdaderas obras de arte pues al no tener acero. Se las ingeniaban como podían, fundiendo otras cosas e incluso de “chapa” enrollada. Con el tiempo y el motor Hispano Villers adelantaron bastante, y aun que el motor era común para muchas marcas España llego a tener muchas motocicletas de fabricación propia, aun que algunos fabricantes apenas fabricaron 50 unidades.

Con todo esto yo me compre una Moto Guzzi Hispania 65 y me monte en la modernidad. Aun seguía utilizando el carro para tareas agrícolas y para transportar naranja desde el campo hasta el almacén donde le exportaban, era mi medio de vida aun que a veces también como antes de la mili servia de vehiculo para la pandilla.Fui de los que se casaron mayores para mi época, pero al final llego. Llego la novia, y posteriormente la boda con 29 años. Después de casado Las cosas seguían difíciles. Me fui a vivir a casa de la suegra por que mi mujer era hija única, y seguía trabajando y al terminar la jornada tenia que ir al huerto de la familia a cuidarlo y cultivar algunas hortalizas para casa. En aquel tiempo hice de todo trabaje en la recolección de naranjas, que a veces cambiaba por picar piedra, en la transformación de nuevas fincas de regadío, todo dependía como se pagara, y la necesidad del momento. También anduve un tiempo con una empresa de Valencia haciendo prospecciones para pozos de riego, pero además que no se pagaba muy bien, era un trabajo tremendamente aburrido y de muchas horas,

Así trascurrió mi vida. Decía el abuelo Vicent. Ahora a mi edad parece que fue ayer. Todo paso alegrías y penas, que poco, a poco se fueron convirtiendo en recuerdos, y por supuesto que algo aprendimos de todo aquello. Nunca trabaje en ninguna fábrica cuando todos se pegaban por ir. Siempre fui persona de “aire libre” y siempre repetí que si naciera un millón de veces. Un millón de veces seria agricultor. Frase que mis hijos me reprochan cada vez que la digo.

Los hijos también merecen un capitulo aparte. Tengo tres todos casados y algunos con nietos. Es decir biznietos míos. El que más problemas me dio fue el mayor. Aun estaban las cosas difíciles cuando vio al mundo, y además tuvo una infancia un poco delicada en cuanto a salud se refiere. El más pequeño sin embargo creció fuerte, sano y bien alimentado. Parece mentira en esos pocos años lo que cambio la vida. En aquel periodo que empecé a tener hijos por la falta de una seguridad en el trabajo decidí ir a pedir trabajo en un pantano cercano que estaban construyendo. El pantano es una obra de ingeniería envidiable. Aun hoy esta como el primer día. Es algo a caballo entre una obra hidráulica. Y una pirámide egipcia con piedra tallada milimétricamente en su presa.Me dio muy mala impresión ver la manera en que se trabajaba allí. Aun que tenían mucha maquinaria desconocida para mi, trabajaban duro durante muchas horas. Había un grupo de gente que se llevaba la peor parte. Luego unos años después me entere que eran presos políticos haciendo trabajos forzados. Todo esto 20 años después de que acabara la guerra civil. Estas circunstancias de trabajo no me gustaron, aun que como he dicho en su momento no sabía que eran presos, así es que no me decidí ni siquiera a hablar con el encargado.

jueves, 19 de abril de 2012

El Abuelo Vicent I

Esta mañana he hablado con el Sr. Vicente. El abuelo “Vicent” que es como le conocen en el lugar. El abuelo Vicent ya es muy mayor pero a pesar de todo tiene unos recuerdos lucidos, precisos. A sus 80, y muchos años es todo un honor hablar con el, y esta mañana me explicaba, y me convencía que no hay que asustarse, que no hay que parar nunca. Que las cosas vienen, y van, y pasan. Nunca se quedan, que a veces el sufrimiento es difícil de llevar pero siempre hay alguna alegría que por momentos te hace olvidar la dureza de la vida, y te la hace más llevadera. Me contaba que sus primeros recuerdos de niño era el ruido de la “Pava”. La pava era como le llamaban a los bombarderos “Junker Alemanes” y que el escuchaba cada día pasar por encima de su cabeza para bombardear Por la zona de Valencia. Recuerda de manera imprecisa por que era muy pequeño que vivía en el campo, entre huertos de naranjos, y que alguna vez se tuvieron que esconder en la escalera de caracol de un pozo de riego para refugiarse de los bombardeos. También recuerda cuando volvió a su casa, Una casa que apenas conocía por el tiempo que estuvo deambulando por casitas de campo. Casitas donde guardaban los aperos sin ningún tipo de comodidad. Claro esta que el siempre dice que entonces fue mas fácil acostumbrarse, por que en casa también se guisaba con leña, y ni de lejos había las comodidades que hay ahora.

Recuerda que la parte sur de su pueblo por donde entro al acabar aquella guerra, que él tacha de guerra de locos, estaba llena de escombros, No sabe precisar si eran de casas caídas. Pero recuerda perfectamente que las casas estaban todas atravesadas por agujeros que pasaban de una a otra, y que los soldados habían hecho para entrar en el pueblo sin ser vistos, o quizás para refugiarse del fuego enemigo. Otra palabra absurda. Según el Abuelo Vicent. ¿Enemigo de quien? ¿Enemigo el Vecino? Hay cosas que confiesa que ni siquiera aun hoy, después de tantos años y con su edad, llega a comprender.

Cuando llego a una casa que le dijeron era la suya, fue todo un descubrimiento, no la conocía, o no se acordaba. Me contaba que lo que mas le intrigo fue subir las escaleras por que del campo, de donde venían, las casitas de aperos eran todas de planta baja. La cocina, el establo, el patio, y un granero encima hecho para guardar las hortalizas que podían, para pasar el invierno. Todo era nuevo para el. Recuerda a su madre llorar y a su padre triste. En la casa apenas quedaba nada, la habían saqueado. Apenas unas sillas y prendas de ropa hechas jirones, junto con excrementos, y otros desechos, se encontraban por toda la casa. Parece ser que allí unos soldados tuvieron su “cuartel” durante un tiempo. Arriba en el granero se encontró algunas balas, junto con una careta antigas. También había un machete, que su padre le llamo bayoneta, y un bidón pequeño. De los que llevaban en zurrón el ejército alemán para guardar la munición. Todo este pequeño tesoro del horror, aun asegura el abuelo Vicent, que esta guardado por su casa en algún sitio.

El tiempo fue pasando y fue duro, Después de unos días de ordenar la casa, limpiar, y recoger algunos muebles, que familiares y amigos les daban, se instalaron en casa. Siendo un niño recuerda que iba cada día a un huerto propiedad de su padre a ayudar las tareas del campo se comía de lo que se sembraba, no había mas, el pan era de maíz y parecía de serrín. No paso mucho que se reanudaron las clases, y su padre le obligo ir a la escuela. También fue duro por que compaginaba la escuela, con el trabajo en el campo, y apenas supo leer y escribir, su padre se hizo con un carro y tres caballos y pronto se vio abocado a la carretera, Con trece años, el abuelo Vicent. Entonces el niño Vicent. Marchaba cargado de naranjas a más de cien kilómetros de su pueblo. Imaginaros eran tres jornadas o más de viaje, de ida. Y otras tres de vuelta, haciendo noche en las hospederías del camino. Me comentaba que en ese tiempo vio de todo salía al amanecer con dos caballos de enganche, y uno de refresco detrás, que solo enganchaba en las cuestas cuando había que tirar de verdad. Con muy poca luz aun, a veces veía que los caballos resoplaban y se escoraban a un lado del camino. Era una muestra evidente que en la cuneta había alguien. Pero no era alguien vivo. Era alguien que apenas hacia unas horas que habían ajusticiado y lo habían dejado en la cuneta. A veces era uno. Otras más. Hasta 7 llego a ver. Eran los restos de una guerra estúpida, y que alguien se empeño en crear vencedores y vencidos, cuando realmente perdimos todos creando odio entre hermanos. Una estupidez que ahora algunos se empeñan en defender de nuevo, Clasificando muertos. Algunos aun se encuentran en las cunetas donde el abuelo Vicent los vio, mientras que otros. Sus nombres figuran aun en alguna placa a la puerta de alguna iglesia. Que tendrán que ver si son muertos. Es que nunca vamos aprender.

Aquello duro algún tiempo, a veces cuando bajaba procuraba no hacerlo nunca de vacío. Traía cáscara de almendra, cañas, y siempre que podía, metía harina o aceite escondido. Era tiempo de “estraperlo” Muchas fueron las veces que me pararon, contaba…

Al principio soldados, luego la guardia civil. Nunca tuve problemas, nunca me registraron. Aun que si que vi dar alguna paliza a hombres hechos y derechos por llevar un “pellejo” de aceite en la bicicleta. Después de darle una paliza allí misma donde se ensañaban, se lo llevaban al cuartelillo. No pensaban que podía tener una mujer y unos hijos esperándole, y quizás con aquella acción no solo les quitaba el sustento, si no también el padre a unos hijos, y el marido a una mujer. Pero era igual era enemigo de la patria ¿de que patria? Yo como era un niño de catorce años resultaba gracioso y a veces hasta bromeaban conmigo. Yo me hacia el tonto y les dejaba que se burlaran de mi. Lo importante era que no metieran la mano entre las cañas que llevaba en el carro.

Conforme se fueron normalizando las cosas, seguía el Abuelo Vicent, se acabo el transporte. Mi padre logro vender dos caballos para tareas agrícolas, y solo nos quedamos con uno. Con este me dedicaba a labrar campos, y demás tareas propias de la agricultura. Era habitual en aquellas fechas, encontrar algún proyectil en el campo labrando, y lo vendía. Así es, que viendo que ahí podía sacar dinero, junto con un amigo mió, ya fallecido, en cuanto podíamos nos íbamos a las trincheras a buscar balas. La verdad es que se pagaban bien y si encontrabas algún nido de ametralladoras con el latón que había en el suelo, en diez minutos te habías sacado un sobresueldo. Lo malo de este tema es que había trincheras donde no se había vuelto desde la guerra y a veces te encontrabas con algún cadáver. Bueno o lo que quedaba de el. Otras veces veías montones de piedras donde los mismos compañeros habían enterrado a sus muertos antes de marcharse, incluso una vez vimos en medio de la montaña una señora muy arreglada, de capital, que andaba con dos personas contratadas, desenterrando restos, y una tercera persona miraba la dentadura. Era el dentista de su hijo, el cual jamás apareció después de la contienda, y que la señora, como toda madre buscaba con desesperación sin saber siquiera si estaba allí, aun que según nos contó por allí andaba la ultima vez que supo de el. Fueron días muy duros pero la cartilla de racionamiento daba para poco y había que sacar de donde fuera. Poco alimentados nos tocaba trabajar de sol a sol. Es lo que me toco vivir, concluia el abuelo Vicent