Me Salí un poco del guión, y me estaba tomando un vasito de tinto. Pensaba que me reconfortaría, además que con la carne va bien, y no había visto ni un control. Ni siquiera un Guardia Civil desde que había salido de casa. No quise comer aprisa., ya me era igual. Posiblemente llegaría a Soria el año que viene,
Nunca había parado tanto en un viaje a Soria. Cuando iba con el coche solía hacerlo una vez para estirar las piernas, claro que esta vez las circunstancias eran distintas.
Me tome el postre del menú nocturno. Un flan de huevo. Al café casi mecánicamente sacaron un platito con unos polvorones, la poca luz del local y los adornos navideños dejaban aquel restaurante de carretera anclado en el pasado, finales de los 70 quizás. Parecía que estaba viviendo en otro tiempo. Una realidad paralela
En la calle volví a mirar al firmamento para actualizar la imagen que tenia retenida. Los astros habían cambiado de posición, pero seguían brillando más si cabe. Los “luceros” estaban ahí ayer, y el año pasado. Y seguirían estando mañana, y el año que viene. Que más da si el tiempo es un invento del hombre.
Recién cenado, parecía sentir menos el frió, así pues momentáneamente reconfortado y antes de empezar mi marcha di un vistazo al depósito de gasolina, mi moto no lleva “chivato” y no quisiera quedarme tirado en mitad de la noche.
Arranque de nuevo y estaba tan cerca del desvió que enseguida me vi rumbo a Calatayud. Es una carretera con buen firme y ancha, pero solo con un carril para cada dirección. En esta carretera es difícil encontrar algún vehiculo, por lo que tratándose de la hora, y la fecha que era, esta vez mas que difícil seria imposible.
La oscuridad de la noche se podía cortar con un cuchillo y aunque las rayas de la carretera respondían muy bien a la luz, que diferente es viajar en moto.
Mi cabeza no para de pensar, de imaginar, mientras el sórdido ruido de la moto llega amortiguado hasta mis oídos a través del casco, sonando como un zumbido monótono.
Todo esto no ocurre con el coche, te pones la radio y la calefacción y es otra cosa, pero claro la moto es la moto y los que la amamos sabemos lo que se siente, por otra parte la ventaja es que es mucho mas difícil quedarse dormido conduciendo.
El velocímetro pasa un poco de 100 kmh, se que estoy infringiendo la ley pero creo que quizá no sea cierto ya que los velocímetros siempre van un poco adelantados, además no es excesivo para la hora ni el lugar. Por esta carretera atravieso algún pueblo, alguno muy pequeño. Pueblos que parecen fantasmas, ni una luz en las ventanas ni nadie en sus calles.
Estoy a punto de salir de Calatayud, y me paro en una gasolinera a llenar el depósito de nuevo por si acaso. Me meto en la tienda a coger un botellín de agua, me lo pide la cena. Junto al dependiente un guardia de seguridad que me mira perplejo, es la última etapa de viaje, un tramo muy parecido al último que he recorrido, pero ya entre llanuras, y con una vía de ferrocarril estrecha, ya en desuso, que discurre paralela, y que me acompañara hasta el final de mi recorrido.
Llego a mi destino rozando las 00 horas del día 1 de enero. Cojo la carretera de Zaragoza donde a unos 3 kilometra antes de llegar a Soria, se encuentra un hotel conocido para mí. En este hotel ya he estado varias veces con la familia, y ahí voy. Delante: Al otro ladode la carretera de Zaragoza un complejo con restaurante y discoteca. Hasta las puertas de hotel llegan los gritos, la música, y la algarabía propias de un fin de año. En recepción dos personas de cara al televisor, se comen las dos últimas uvas. Al volverse me ven con el casco en la mano y su caras parecen haber visto un fantasma. Les pido si por favor es posible pasar la noche. O lo que queda de ella. Al mirar en el ordenador me dicen que si. La sorpresa viene cuando me piden el DNI. Entonces todo cambia por fortuna para mí, y dirigiéndose por mi nombre me dicen: Viene Ud solo Don…. A lo que añade: Veo que es Ud cliente.
Le explico que estoy de paso, mientras el chaval de recepción se deshace en atenciones mientras me felicita el año nuevo. La moto se queda en la calle aun que en un recinto cerrado que puedo ver desde mi habitación, cuando me dirigía a ella con ganas de tumbarme, de nuevo oigo al recepcionista, esta vez llamarme por mi apellido Sr…. Un momento. Tenía una funda de moto en la mano y me decía. La noche aquí es muy dura. Seria conveniente que echara esto por encima de su moto. Y así lo hice.
Tras dar una vuelta por el centro de Soria, verifique que todo estaba en su lugar. La ciudad seguía tan hermosa como siempre y entendí así, como se habían enamorado Bécquer y Machado de esta maravillosa ciudad.
Cogí de nuevo la moto, y mi última visita, al Duero y la Ermita de San Saturio,
De camino a casa comí, y apenas 6 horas después estaba de nuevo en mi sofá, con mi familia.
Esta es pues la crónica de un extraño viaje, que tal vez solo existió en mi imaginación
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