domingo, 1 de enero de 2012

El Extraño Viaje I

La moto ronroneaba como incitándome a arrancar. No obstante antes me ajuste el casco y los guantes, y decidí ponerme los pantalones dentro de la botas, cualquier rendija por donde se metiera el viento y alcanzara mi carne desnuda, me podía causar una sensación térmica poco deseada. Me puse una “braga” alrededor del cuello para que me diera calor, y abrí los pasos de aire del casco. Quizá mas adelante los tuviera que cerrar, pero con el frió del ambiente y mi respiración corría el riesgo que se empañara la visera.
Me acomode y di dos golpes de “gas” a los que la moto respondió sin titubear. Salí de la gasolinera y cogí de nuevo la autovia rumbo al “Ragudo”. El que fuera un puerto de los mas temidos de por aquí, se había quedado en nada con esta espectacular autovia mudéjar. Me preguntaba donde habría ido a parar la “chica de la curva” que tanto habían situado en este puerto.
El entorno había cambiado, ahora era una impresionante recta con muchos carriles por los cuales ya circulaba algún coche. Supongo que irían a cenar al restaurante que habían reservado. O quizás a casa de unos amigos, o familiares. No se: Seguramente cada persona que viaja dentro de esos coches, tenga también su historia que contar


Seguía con buena media, la oscuridad me dejaba ver a la perfección el velocímetro bien iluminado, que nunca subía de 120 kmh,. Pero no bajaba de 100. La temperatura perfecta, el aceite, las revoluciones, lo único molesto el frió que cerca del limite de la provincia de Teruel, insistía en bajar la sensación térmica de mi cuerpo. El viejo truco del periódico estaba funcionado, los únicos perjudicados eran mis muslos, que se estaban acartonando por el choque directo con el aire frió..

En estas circunstancias no me quise acobardar, pensaba que cuando mas se metiera la noche mas frió haría, no iba a desistir ahora de mi aventura. Si volvía para atrás, perdería un tiempo, que yendo hacia delante me dejaría casi en Soria. Eso si: No seria el camino tan frió.

No podía ver la hora. El reloj estaba sepultado debajo de las mangas de la cazadora y el jersey, y sellado por los guantes así que desistí de mirarlo.
Tenia que parar, cierta necesidad fisiológica me decía que tenía que hacerlo. Encima el frió de la noche parecía como si la acentuase todavía mas. Pero no es fácil parar en una autovia, tenia que buscar una área de servicio y la encontré después de pasar Teruel, en le cruce de Albarracin. Me metí en el Polígono industrial la paz, y fui a parar a un lugar llamado las Ventas, donde vi un edificio que tenia un rotulo de cerveza “Skol” iluminado y parecía abierto. En la puerta, un coche de una empresa de seguridad y un par de camiones uno de gran tonelaje creo que Polaco, y uno pequeño con un rotulo que rezaba “Animales Vivos”. Allí deje la moto. Un poco separada para que fuera visible debajo de una farola. En el interior del pequeño restaurante, siete personas entre ellas dos guardias de seguridad, supongo que de servicio en alguna empresa del polígono cercano. Era evidente que allí no había cena de fin de año.
La gente se acumulaba en la barra y charlaban animadamente como esperando la hora de ir a cenar. O en su caso de terminar el servicio, como los de seguridad. Aun que el del pequeño camión, se iba a trabajar puesto que en un pueblo cercano, hacían vaquillas. Vaquillas que llevaba el en el camión. Me parecía pronto para cenar así es que después de visitar el lavabo. Me fui quitando capas, en el interior del local hacia calor, y mi cuerpo que venia del frió de la carretera, respondió inmediatamente al estimulo, de la vieja estufa de leña del local.


La gente me miraba extrañada. Sobre todo cuando me vieron sacar el periódico, que al mismo tiempo fue la causa de entablar conversación, ya que el dueño del bar que aproximadamente era de mi edad me dijo: Buen sistema. El de toda la vida, y siguió diciendo. Cuando era joven yo lo usaba mucho por aquí, tenia una derbi y nos rodábamos todos los pueblos, con una cazadora de pana y el periódico. Después al ver el escudo de mi club en la cazadora, dijo: Castellón. ¿Vas o vienes?. A lo que le conteste: Digamos que estoy a mitad de camino.

Seguimos una pequeña charla donde el de las vaquillas nos contó que trabajaba esa noche, yo pedí un pincho de tortilla de patata y un refresco de cola, quien sabe se podría parar a cenar esa noche, pero ahora me parecía pronto.
Me despedí, me abrigué, y salí del local. Antes de ponerme los guantes mire el teléfono y tenia una perdida. Era mi mujer, le llame, pregunte como iba todo y le dije que no se preocupara, que era una aventura que me hacia mucha ilusión.

El cielo estaba estrellado, la noche limpia dejaba ver a pesar de la luna, millones de estrellas, Entre ellas había algunas que destacaban por su brillo, debían ser planetas, que rebotaban la luz del sol. Lo que antiguamente llamaban luceros. Me impregne de aquella imagen, y la grabe en mi subconsciente. Imposible de ver por estas tierras, me volví a equipar y con un golpe de mi pulgar se puso la moto en marcha, y en busca de nuevo de la autovia.

Era cerca de las nueve de la noche, ahora si que era el único vehiculo que circulaba por aquella ruta. Se ve que los que tenían que salir ya lo habían hecho, la autovia discurre lejos de las poblaciones, pero en el inmenso llano se dejaban ver las luces de pequeños pueblos parpadeando. El velocímetro de mi vieja Honda parecia que se había atrancado en 120 kmh. Era necesario dar un poco de aire. Una vez llegados a Calamocha debía desviarme hacia Calatayud y aun que la carretera es buena, no es autovia. Al dejar la autovia me veía obligado a atravesar toda calamocha con lo cual pararla a cenar si es que encontraba algo abierto. Mi cabeza no paraba de pensar, eso hacia que sintiera menos el frio, era una locura. Una locura que me estaba gustando.

Casi sin darme cuenta llegue a Calamocha, deje la autovia y empecé a cruzarla poco, a poco por la antigua carretera. Era yo el único vehiculo que circulaba.

La gente: Ya en los restaurantes se quedaban mirando como pasaba desde las puertas de los restaurantes, donde salían para poder fumar. Un olor a leña. A carne asada, se colaban por los pasos de aire de mi casco abiertos. En definitiva olor a pueblo.

Había perdido ya la esperanza de cenar.. El pueblo acabo y fue cerca del cruce de Calatayud que veo un bar a la derecha. Tiene un gran parking pero apenas unos pocos vehículos. Entro decidido y aparco la moto delante de la puerta. El local no es muy grande pero son muy pocos los que allí están sentados cenando en silencio. En la barra dos camareros parece que están haciendo el relevo. Uno se va y el otro se queda. Parece que solo se quedan los servicios mínimos. Me siento y casi inmediatamente una chica joven, de apenas 20 años me canta el menú. Me ira bien Sopa de menudillos y codillo. Que mejor cena para una nochevieja…

Continuara

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