miércoles, 9 de diciembre de 2009

El Viaje II

El día empieza clarear por la gran, boca que da salida a la estación. Después de 10 largos minutos de cola, al fin he podido pasar mi bolsa de viaje por el escáner, y entro de nuevo en otro tren.
El tren es acogedor, las azafatas te dicen donde sentarte, tengo suerte, y me toca ventanilla, este convoy, esta muy aislado del exterior, apenas llegan los ruidos de fuera y se ve confortable. Me siento, mientras por megafonía, una voz femenina anuncia que vamos a partir, nos dice el destino, las paradas, y nos desea un buen viaje.Salimos despacio. Es tanta la suavidad de marcha, que da la sensación que lo que se mueve es la estación. Salimos al exterior. Ya hay mucha luz, el día ya esta aquí, aun que unos nubarrones tapan por completo la salida del sol.

Salimos por el mismo sitio que entramos, pero diferente vía, muchas dependencias, algunas en estado ruinoso, y muchos convoyes parados. Parece que algunos llevan mucho tiempo, por que están llenos de graffitis , poco a poca vamos saliendo de la gran ciudad, el paisaje se vuelve agreste, los campos que nos rodean están completamente yermos. La tierra es de un color blanquecino, que a primera vista de la sensación que es estéril. Que ahí, no crecen ni las malas hierbas. No obstante el paisaje es cambiante según vamos consumiendo kilómetros. La tierra empieza a coger colores atornasolados, que van desde un gris blanquecino.. Hasta el ocre que se torna intenso, para desembocar en un rojo casi almagra. También veo los primeros olivos, que junto al sol que asoma entre las nubes, forma un paisaje de una belleza inusual, con claroscuros, que la nubes proyectan en la inmensa llanura. Veo unos caseríos, cuya construcción me resulta familiar, con un gran patio central y rodeados de un muro, con una sola entrada. Se acoplan perfectamente a las ventas que Don Miguel de Cervantes, menciona en el Quijote. Por tanto es fácil pensar que me acerco a la Mancha.
Aprovecho la ocasión, para acercarme a “coche cafetería”, llevo unas horas pateando el mundo, y empiezo a sentir mariposas en el estomago. Después de un reconfortante café, y un pequeño croissant, vuelvo a mi asiento sin dejar de ver el paisaje. En la televisión están haciendo un documental, también hay programada una película, pero no me interesa, prefiero ver el paisaje, disfrutar de el, e imaginar.
No obstante, pongo los auriculares, y encuentro entre las opciones, una que cuentan historias. Son noticias y cosas referentes a la historia, que me relajan y me ayudan a imaginar, aislándome aun mas del entorno si cabe.
La velocidad del convoy, es respetable, a campo abierto, sin referencias cercanas, no lo parece,
pero al pasar por alguna estación se nota, que la velocidad es considerable.
El paisaje sigue cambiando. Me llama la atención que al lado de cada construcción, por pequeña que sea, hay como un “silo” es como una gran “orza” que imagino, deben ser depósitos de agua. Veo grandes estructuras, de tuberías con ruedas que creo que se utilizan para el riego, y que se trasportan por el campo con un tractor. También veo algunos canales prefabricados para llevar agua de un sitio a otro, estoy casi seguro, que estos “silos” son depósitos de agua, aunque a veces aparecen amontonados en medio de la nada, como almacenados. No le doy mas vueltas, la agricultura no es mi fuerte, y menos la de esta zona.
Empiezo a ver algún coche aislado. Me pregunto que hace un coche allí si no hay ningún pueblo cerca. También veo algún tractor, y alguna bandada de urracas que levanta el vuelo a su paso. Las tierras están labradas, creo que en espera de la siembra, y de las lluvias, o las nieves invernales, que decidirán en primavera, si será, o no, una buena cosecha.


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